La estatua de la Libertad observó indemne, desde su sólida cúspide, como ardían las gemelas. La dama de corazón americano y sangre europea fue mudo testigo de la debacle que gestaron los terroristas en uno de los símbolos del poder económico norteamericano.
El sorpresivo ataque realizado un martes cualquiera tomó a la primera potencia mundial desprevenida. La fase uno del operativo de Al Qaeda inició su ejecución temprano, antes de las 08:00, con el secuestro de cuatro aviones comerciales (dos de American y dos de United Airlines) a cargo de tres grupos de cinco y uno de cuatro terroristas, 19 fanáticos en total, entre los que había, por lo menos cuatro con entrenamiento aeronáutico. Volaban a Los Ángeles y San Francisco transportando a 238 inocentes de los que solo quedaría el recuerdo y unas cuantas llamadas de sentido adiós a sus familiares:
«Jules, aquí Brian, escucha, estoy en un avión que ha sido secuestrado. Las cosas no están bien, no se ve nada bien. Solo quería decirte que te amo…”, Brian Sweeney / pasajero del vuelo 175 de United.
“Hola bebé, debes escúcharme con atención, el avión en el que estoy ha sido secuestrado. Quiero decirte que te amo, por favor, diles a los niños que los amo mucho”. Cee Cee Lyles / asistente de vuelo del vuelo 93 de United.
A las 08:46 de esa mañana los terroristas iniciaron la ejecución de la segunda fase de su plan macabro estrellando el primer vuelo, el 11 de American piloteado por Mohamed Atta, en la torre norte del Word Trade Center entre los pisos 93 y 99. Casi 17 minutos después un segundo avión, el 175 de United, provocó un siniestro al chocar entre los pisos 77 y 85 de la torre sur. Ya no había dudas, la capital del mundo había sido herida de muerte y todo apuntaba a la organización terrorista, paramilitar y yihadista Al Qaeda.
A las 09:37 el vuelo 77 de American se estrelló contra el Pentágono matando a 125 personas. En la hoy conocida como Zona Cero, la torre sur, la segunda en ser impactada, se convierte en escombros 56 minutos después del avionazo. Mientras tanto, el último vuelo secuestrado dirigido hacia el Capitolio, cae en Shanksville, Pensilvania. Según se supo luego, debido a que en un acto heroico, los pasajeros ya enterados de lo ocurrido en Nueva York, se amotinaron y lograron estrellar el avión.
A las 10:28 la torre norte finalmente colapsa, enterrando a sobrevivientes y rescatistas. Todo a su alrededor se cubrió de una atmósfera infernal, una espesa cortina gris de polvo y ceniza no permitía ver más allá de 10 centímetros y el aire era simplemente irrespirable. Y entre las ruinas de lo que alguna vez pareció ser Manhattan empezaban a contarse los 2996 fallecidos, mientras los 25.000 heridos vivieron para reinventar un nuevo significado para la palabra “suerte”.
La cadena CNN norteamericana destacó que los quince ecuatorianos fallecidos trabajaban en la cafetería Windows on the World, limpieza de ventanas en ABM Industries del WTC, administración de Top of the World Cafe y uno era contador de la firma Marsh & McLennan Cos.
La prensa nacional informó la nómina de quienes fueron a buscar mejores días y encontraron la muerte: Henry Romero, de Biblián; Manuel Asitimbay, de Cañar; Moisés Rivas, de Azogues; Telmo Alvear, de Paute; Luis Chimbo, de Cuenca; Blanca Morocho y Leonel Morocho, de Sígsig; Fabián Soto, de Macará; Giann Franco, de Ambato; Jesús Cabezas, de Riobamba; Hugo Sañay, de Alausí; José Cardona, de Manta, y Xavier Suárez, Kléver Molina y Luis Jiménez, de Guayaquil. (Fuente: Secretaría General de la Presidencia de la República del Ecuador).
La historia sentó el índice acusador en Jalid Sheij Mohammed, radical islámico a quien se ubicó como mentalizador dentro del plan macabro, y a Osama Bin Laden como el financista ($ 500.000). Este reivindicó los crímenes en 2004 a través de un video que hizo llegar a la cadena Al Jazeera. Barack Obama libró al mundo de Bin Laden, quien cayó muerto el 1 de mayo de 2011, diez años después de los atentados, mientras Sheij aún espera sentencia en Guantánamo, Cuba.
Un día como hoy hace 22 años la Estatua de la Libertad, horrorizada aunque estoica, fue obligada a observar un suseso que sin duda sacudió sus cimientos. El mundo entero sigue de luto. Nosotros, los de entonces, jamás seremos los mismos…