La «mayordomía» es una institución traída al Nuevo Mundo por los españoles al inicio de la colonia como un medio de integrar a las comunidades en torno a los santos de los pueblos y de esa manera evangelizarlos y consolidar el cristianismo.
Y es la «mayordomía» una tradición tan antigua que, por ejemplo, en Arequipa, Perú, existía un «mayordomo» de la iglesia desde 1546 y en Oaxaca, México, desde 1527, tradición que se mantiene viva 500 años después en algunos pueblos recónditos de nuestra América Latina.
El mayordomo del pueblo e iglesia es nombrado por la comunidad y por la autoridad eclesiástica y para serlo el candidato requiere tener honorabilidad, fe, compromiso y amor por las tradiciones.
Ocupar el cargo de mayordomo es un gran honor ya que se gana el respeto de los demás y adquiere una autoridad moral sobre ellos, los que le ayudan en sus múltiples funciones.
En octubre de 2023, en un nuevo viaje a mi Universidad Zamorano en Honduras, visité luego y como siempre el bellísimo y querido pueblito de San Antonio de Oriente, fundado en 1660, que se hiciera famoso en el mundo entero por las extraordinarias pinturas del «primer pintor primitivista de América» José Antonio Velásquez (1906-1983), quien fuera el telegrafista de este antiquísimo pueblo que le sirviera de inspiración para sus obras, el que en julio 25 de 1991 fuera declarado «Monumento Histórico Nacional» por el Gobierno de Honduras.
Y es en dicho bucólico y pintoresco pueblo donde mi amiga Etelvina Rodríguez Lagos se desempeña como «la mayordoma» de la recordada y bella iglesia construida en la época colonial.
Etelvina, nacida en el pueblo el 1 de septiembre de 1945, fue hija de Domingo Ramiro Rodríguez Carcano y de Mercedes Lagos Rodríguez, habiendo tenido tres hermanos, Olinda, Ramiro e Irazema estudió en la escuela Esteban Guardiola del mismo pueblo.
Luego, cuando tenía 16 años de edad en 1961, fue nombrada «mayordoma» de la iglesia por los obispos de Tegucigalpa monseñor Jacobo Cáceres y Héctor Enrique Santos, cargo que desempeña hasta hoy, 63 años después.
Etelvina me cuenta que las funciones que desempeña son las de organizar las festividades del pueblo y especialmente las de Semana Santa, Navidad y la de San Antonio el 13 de junio, cambiar las flores del santo, adornar la iglesia y las calles del pueblo para las fiestas, contratar y alimentar a los músicos y danzantes, adquirir los juegos pirotécnicos, dirigir las procesiones, etc., pero que su hermano Ramiro es el que toca las campanas de la iglesia, quien además recoge leña para la cocina de Etelvina.
Ella conoció muy bien al famoso pintor José Antonio Velásquez, ya que sus familias eran amigas, y también al Dr. Wilson Popenoe (1892-1975), famoso botánico americano y primer director de El Zamorano, quien tenía allí una casa colonial y con quien conversaba a menudo.
Durante su juventud, Etelvina trabajó muchos años en la oficina del pueblo de los Correos de Honduras y fue secretaria y tesorera municipal en San Antonio de Oriente.
Actualmente vive con su hermana Irazema Zobeyda, quien la cuida, pero comenta que ella aún cocina a diario sus tortillas de maíz y sus deliciosos frijoles refritos.
Cuenta que en la iglesia del pueblo están enterrados los sacerdotes Juan de Jesús Zepeda, Juan Fiallos y el obispo Hipólito Casiano Flores, pero que en el tenebroso cementerio aledaño a la iglesia reposan los restos de los maestros de Zamorano y famosos botánicos Dres. Antonio Molina Rosito (1926-2012) y Paul Carpenter Standley (1884-1963), y también varios miembros de la familia Fortín, antiguos dueños de las coloniales minas de plata de San Antonio de Oriente.
Etelvina, mi amiga, es un personaje no solo de su tierra Honduras sino de toda nuestra América Latina y merece un gran homenaje del Gobierno de su país por tantos años de servicio gratuito a su pueblo.