El Sapindus saponaria o jaboncillo es de origen indio y nepalí, donde su uso data de hace siglos como detergente. Es pariente del ‘arce’, proviene de la familia de las Sapindáceas y con una altura aproximada de 16 metros, pero puede llegar hasta 25 metros. Mayormente conocido como ‘jaboncillo’ gracias a sus semillas de color marrón, las cuales se pueden extraer directamente del árbol o del suelo cuando estén ya lo suficientemente maduras.
Es un árbol muy versátil gracias a que cada parte tiene utilidad, ya sea como jabón o insecticida en el hogar, en la medicina tradicional, perfumería, artesanía e incluso como aceite, que al quemarse ayuda en el alumbrado rural.
La madera de corteza grisácea, lisa y protuberancias es utilizada para la fabricación de artesanías y leña. Se le puede también utilizar para el carbón. Su corteza, hecha de forma específica y tirada en los ríos, provoca una especie de emborrachamiento en los peces, haciendo más fácil su pesca.
Sus hojas de color verde ayudan en la eliminación de líquidos en el hombre, mientras que para ciertos grupos de animales es un veneno.
Las flores con cinco pétalos de un color blanco o amarillo suelen ser de tamaño pequeño y tienen forma similar a las flores chabelitas.
El fruto es una baya con cáscara marrón y de carne amarilla tiene un alto contenido de saponina. Es utilizado en ciertas zonas para lavar ropa, como detergente biodegradable, ya que este al frotar sobre una superficie, estrujarlo o cortar su pulpa y ponerla en agua va a producirla espuma y por ende el jabón
Aún existen lugares donde se lo sigue usando, ya que los detergentes actuales contienen muchos químicos que afectan a la tierra, cultivos y agua.
La semilla de forma redonda y color negro se usa para hacer accesorios y es venenosa al ser convertidas en polvo y usadas como insecticida.
En nuestro país lo podemos encontrar en la zona de Manabí, principalmente en la parroquia de Picoazá, donde hay un cerro con ese nombre por los muchos árboles existentes.