En el latido del Litoral ecuatoriano resuena con fuerza la esencia del montuvio, una herencia que, a pesar del paso del tiempo, se sigue palpando en cada rincón de la Costa. Las tradiciones y costumbres montuvias, como en sus primeros días, llenan de orgullo a las comunidades de Guayas, impulsadas por la devoción de sus habitantes y el apoyo de sus autoridades para que las futuras generaciones entiendan y valoren su identidad.
Entre las celebraciones más emblemáticas se encuentra el rodeo montuvio, una fiesta vibrante donde vaqueros de distintas haciendas compiten no solo por un premio, sino por el honor de su tierra y su gente. Balzar se ha convertido en un epicentro de este espectáculo, albergando la majestuosa Plaza de Rodeo Montuvio, donde lugareños y visitantes convergen para deleitarse con destrezas ecuestres y taurinas que desafían a la gravedad y al peligro.
Los retos del rodeo son variados: desde el cepo, donde el jinete demuestra su valentía montando un equino a pelo durante al menos 8 segundos, hasta el caracoleo, una prueba donde el caballo, en su intento por liberarse, se contorsiona al estilo de un caracol. Y si se habla de audacia, el montuvio no distingue género: mujeres y hombres, jóvenes y no tan jóvenes, se sumergen en la arena para enlazar, montar y domar, dejando claro que el valor corre por las venas de todos por igual.
No solo es una exhibición de habilidades físicas; es también una fiesta para los sentidos. Los colores y diseños de los atuendos, reflejo de las distintas haciendas, adornan la vista, mientras que el aroma de platos tradicionales como el seco de pato, bollos de pescado de río y fritada, tienta al paladar de todos los presentes.
Sin embargo, el rodeo montuvio ha evolucionado, dejando atrás ciertas prácticas. Las armas de fuego, antes presentes en la celebración, ahora han cedido su lugar a aplausos y ovaciones, garantizando un ambiente más seguro, pero igualmente festivo.
El rodeo montuvio es un recordatorio viviente de que las raíces del montuvio, arraigadas en la tierra y en el corazón de su gente, siguen tan vivas y fuertes como siempre. Es un canto atemporal a la tradición, al valor y al orgullo de pertenecer a una tierra tan rica en cultura y en historia.