En un mundo donde las fronteras se desdibujan y las oportunidades se expanden, la migración ha tomado un nuevo significado. Ya no se trata solo de la búsqueda de trabajo, sino también de la exploración académica y el crecimiento personal. Migrar para trabajar o para estudiar presenta desafíos y experiencias distintas. Mientras que la migración laboral suele estar marcada por la necesidad y la adaptación a un nuevo entorno, la migración académica es una puerta hacia el conocimiento y el desarrollo de habilidades especializadas. Este último camino, elegido o más bien oportunidades de pocos que pueden realizar sus sueños de enriquecimiento cultural y profesional en otras fronteras.
En este contexto, la historia de Miguel Antonio Chávez, ahora radicado en Canadá, se erige como un ejemplo. Su viaje más allá de las fronteras ecuatorianas no fue solo una búsqueda de nuevas oportunidades, sino un paso hacia la realización de su potencial como académico y escritor. En una transición que refleja tanto coraje como aspiración logró destacarse no solo por su habilidad literaria sino también por sus logros académicos.
Uno de sus últimos logros ha sido obtener el honor de ser el primer hispano admitido en el Programa de Residencia de Escritores del Centro de Escritura Creativa y Cultura Oral en la Universidad de Manitoba. Este logro no solo subraya su excepcional talento y dedicación, sino que también representa un hito importante para la comunidad hispana en el ámbito académico canadiense.
Miguel Antonio Chávez, narrador, docente, traductor y guionista ecuatoriano, es una figura que se destaca en el mundo de las letras. Posee un talento único para tejer historias que nos llevan a realidades alternativas, cruzando diferentes tiempos y espacios. Dentro de su notable trayectoria académica destaca su maestría en Escritura Creativa obtenida de la Universidad de Nueva York.
Entre sus obras más renombradas se encuentran “Maniobra de Heimlich” y “El conejo ciego en Surinam”, las cuales han recibido aclamaciones tanto del público como de la crítica. Su habilidad narrativa y su perspectiva única lo han llevado a ser reconocido como uno de los «25 secretos mejor guardados de América Latina» por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un honor que refleja la profundidad y originalidad de su obra.
En el mundo de la creación literaria, su trayectoria alcanzó un punto culminante cuando fue finalista en el prestigioso Premio Juan Rulfo. Era la primera vez que se aventuraba en un concurso de cuentos a nivel internacional, un reto no menor considerando la impresionante cifra de 900 obras en competencia. Su relato, singular y cautivador, desplegaba la ficticia peripecia de un migrante ecuatoriano, perteneciente a la etnia mestiza indígena, cuyo anhelo era adentrarse en la industria del cine para adultos. Esta historia entrelaza referencias y contextos de la época, destacando incluso una alusión a Delfín Quishpe.
El proceso de participación en estos concursos literarios no era tarea fácil. Requería no solo de una inversión monetaria, sino también de tiempo para estudiar las bases del concurso y llevar a cabo múltiples revisiones de la obra. Cada paso era crucial para asegurar que su creación no solo cumpliera con los requisitos, sino que también destacara entre los postulantes.
Con una vasta experiencia en el campo de la educación y enriquecido por sus viajes a diferentes países, se dedicó a desarrollar un proyecto muy particular denominado «Cuentos de libertad». Este proyecto fue una colaboración entre la agencia de publicidad Publicitas, el entonces Ministerio de Justicia, y una reconocida casa productora. Lo que lo hacía aún más especial era que cada paso de este proyecto se documentaba meticulosamente para la posteridad.
El núcleo del proyecto «Cuentos de libertad» era eminentemente humano y creativo. Se enfocaba en las personas privadas de la libertad (PPL) de la sección de baja seguridad, invitándolas a explorar y expresar su creatividad. El objetivo principal era que estas personas escribieran cuentos, no cualquier historia, sino relatos personales y significativos para sus hijas, hijos y familiares cercanos.
Para él, el proyecto no era solo una tarea, sino un viaje de descubrimiento personal y colectivo. «Quise conocerlos primero», expresa con convicción, subrayando su deseo de conectar genuinamente con los participantes. Quería entender qué tipo de historias resonaban con ellos, qué emociones querían capturar y compartir a través de sus palabras. Este enfoque empático no solo enriqueció el proceso creativo, sino que también permitió que emergieran narrativas profundamente personales y conmovedoras, convirtiendo «Cuentos de libertad» en un proyecto no solo de arte, sino de corazón y humanidad.
Actualmente continúa su camino en el mundo académico como candidato al doctorado en Estudios Hispánicos en la Western University. Su carrera es un testimonio de pasión y dedicación al arte de contar historias, inspirando a lectores y escritores por igual en su travesía a través de la literatura.
¡Mira más acerca de la trayectoria literaria y los proyectos de enseñanza de Miguel Antonio en esta nueva edición de “Conversaciones frente al mar!”.